Ricardo reconoció que Teresa tenía algo de astucia, pero... ¿planeando un asesinato?
Eso ya no era solo astucia. ¡Eso era algo mucho más enredado!
Matar a alguien es fácil, pero hacer que no quede huella, que nadie pueda encontrar pruebas, eso sí que es difícil.
Las habilidades y la fuerza necesarias para eso no son algo que una persona común pueda tener. Y Teresa... si ella tuviera esa fuerza, no tendría que depender de César para seguir adelante.
César pensó en lo mismo, con su mirada penetrante.
Sin embargo, todavía no sospechaba de Teresa. Aunque su forma de ser era algo débil y falsa, al fin y al cabo, ella le había salvado la vida.
Para César, ella seguía siendo una buena persona.
—Las pruebas no están completas, le pediré a Rajiv que siga investigando —dijo en voz baja.
Guardó el cigarro que no había encendido, y junto a Ricardo, entraron al edificio.
—Voy a darme una ducha en tu sala de descanso.
—Está bien.
César había estado fuera todo el día y su cuerpo seguro olía a otras c