Al principio, María no estaba en la lista de muertes de Teresa. ¡Pero, ¿quién iba a pensar que María iba a buscar la muerte por su propia cuenta?!
Teresa apretó los dientes, usando toda su fuerza para arrastrar a María hasta el auto. Menos mal que en ese momento el estacionamiento subterráneo estaba vacío.
—¡Teresa, suéltame! —María luchaba, la cara completamente roja, pero al final no pudo hacer mucho y terminó dentro del auto.
Teresa agarró una herramienta del maletero y le pegó en la parte de atrás de la cabeza con toda su fuerza.
—Teresa... tú... —Al principio, María intentó decir algo, pero, de la nada, dejó de respirar.
Teresa vio lo que pasaba y suspiró, antes de tirar la llave inglesa cerca de la cabeza de la víctima.
Abrió la puerta del conductor, sacó unas toallitas húmedas y comenzó a limpiarse la sangre de la mano.
Teresa ya había visto muchas muertes, pero era la primera vez que mataba a alguien.
Después del crimen, fue asombrosamente indiferente y fuerte, sin mostrar ni