—¿Qué estás diciendo? —Ricardo se molestó. ¿Ahora qué carajos le pasaba a Teresa?
¿En qué momento había dicho que Marina no la quería?
Él solo le estaba sugiriendo que se marchara, pero ella entendía cualquier cosa menos lo que él realmente quería decir.
—Como tú y Marina no se pueden ver ni en pintura, mejor vete —así evitamos que sigan peleando y Perla puede descansar tranquila.
La puerta del lugar se abrió sin hacer ruido. César estaba ahí parado, nadie sabía cuánto había escuchado.
Vaya, justo ahora se daba cuenta de que Teresa estaba jugando sucio.
—César, escúchame, yo no… — de inmediato, empezó a hablar Ricardo, pero no hacía falta: César ya estaba echando a Teresa.
Ella se quedó tiesa, con la mano en el aire, justo donde había intentado secarse las lágrimas.
¿Lo escuchó bien?
¿La estaba echando?
¿Acaso su plan “perfecto” había fallado?
Ricardo tampoco se esperaba que su hermano fuera tan tajante. Y en serio, qué alivio.
—¿Cómo vas? ¿Qué te dijeron los doctores?
Estaban en un ho