Las tres personas se alejaron a toda prisa. Perla no quería ver cómo César y Teresa se comportaban de esa manera tan pegajosa, era como un chicle pegado en el pelo. Decidió que lo mejor era sugerirles que se fueran a otro lado.
Caminó sola por el salón, admirando las obras de los demás artistas. Como era una exposición de arte y no algo solo para hacer negocios, no estaba tan cansada.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara unos pasos detrás de ella, alguien la seguía a una distancia que no era ni cercana ni lejana. Perla se sintió incómoda por la forma en que la miraba.
Finalmente, no pudo soportarlo más y se giró.
—César, ¿hasta cuándo me vas a seguir buscando con lo mal que me caes? ¿Ahora incluso me sigues como un espía?
—Yo… lo lamento —César se quedó sin palabras. Se dio cuenta de que Perla estaba molesta, quería acercarse para calmarla, pero no sabía cómo empezar.
Al ser descubierto, decidió acercarse.
—No me malinterpretes, yo no invité a Teresa a la exposición. Fue ella la