¿Natalia vino entonces a disculparse?Que ocasión tan Increíble. ¿No se había negado rotundamente ayer? Perla bajó la vista por un momento y luego dio media vuelta para volver a la sala. —Déjalas pasar. En la sala, Perla usó el asiento principal, mientras Bianca y Natalia se sentaron abajo. Las empleadas sirvieron el café antes de que comenzaran a hablar. —¡Ay, señorita Perla, qué bonita es la decoración de su casa! Tiene un aire tan acogedor y artístico. Es como estar en un palacio. —Bianca miró alrededor, buscando algo con que romper el hielo e iniciar la conversación. Luego, con una sonrisa falsa, preguntó: —¿El señor William no está en casa? Perla la miró sin mostrar emoción y sin intención de responder. —Si la señora Bianca tiene algo que decir, mejor vaya al grano. —Je,je… —Bianca se rio con nervios y bajó la cabeza un momento. —Verá, después de la fiesta de anoche, investigamos bien lo que pasó y descubrimos que, en efecto, mi hija cometió un error. Fue e
No dijo si aceptaba la disculpa o no. El arrepentimiento de Natalia y Bianca, fuera real o falso, no cambiaba nada en la vida de Perla. Tampoco tenía la obligación ni el interés de enseñarle modales a niños malcriados de otras familias. Tenía muchas cosas más importantes que hacer, que andar perdiendo el tiempo en esas pendejadas. Y mucho menos iba a hablar con William para ayudar a los Piccolo en temas de negocios. —Entonces… sobre nuestro regalo de disculpa… —Bianca señaló la bolsa con el vestido de lujo. —Déjenlo aquí. Hoy hay poca gente en casa, así que no las voy a invitar a almorzar. —Perla dejó claro que quería que se fueran. Estaban en Puerto Mar. Era necesario mantener las apariencias. Recibir el regalo era solo un gesto formal. No significaba que alguna vez lo fuera a usar. —Ah, está bien. Si la señorita Perla está ocupada, no queremos molestar más. Nos retiramos. Bianca tomó a Natalia, que no había dicho ni una palabra después de su disculpa, y salieron d
Marina decidió volver a su habitación para acostarse a dormir. Justo cuando se acostó y cerró los ojos, recordó lo inquieto que era Andi. Se levantó y regresó en silencio a su puerta, la abrió con cuidado y miró por la rendija para asegurarse de que estuviera estudiando de verdad. Bien. Al verlo sentado tranquilamente con su libro, Marina se relajó y volvió a su habitación a dormir. Mientras tanto, Andi leyó durante unas tres horas. Memorizó algunas cosas, pero ya no podía seguir sentado. Le dolían las nalgas ya casi planas. Se bajó de la silla para estirar las piernas, moviendo sus grandes ojos de un lado a otro mientras tramaba algo. Abrió la puerta y asomó la cabeza al pasillo. No había nadie en la sala. Las empleadas y la ama de llaves estaban ocupadas, algunas preparando el almuerzo, otras limpiando. Con una sonrisa traviesa, Andi corrió de vuelta a su habitación y metió en su mochila el regalo que había preparado para César. Se aseguró de que su reloj co
En el hospital del Sagrado Corazón. Ricardo acababa de terminar una reunión con los jefes de departamento y salía del salón, rodeado por un grupo de médicos. —Pongan en marcha este plan de tratamiento. El equipo médico más avanzado y los nuevos medicamentos importados llegarán esta tarde a sus áreas. —Sí, doctor. —asintió uno de los jefes. El teléfono en el bolsillo de su bata vibró. Durante la reunión, Ricardo lo había puesto en silencio. Sacó el celular y, al ver el nombre en la pantalla, levantó una ceja, conteniendo la sonrisa. Marina lo estaba llamando. Marina lo estaba llamando primero. —Ustedes sigan adelante. —les dijo a los médicos, y se dio la vuelta para ir rápido a su oficina. Cuando estuvo solo, su emoción le iluminó la cara. Incluso se rio como un tonto. Pero esperó que timbrara dos veces antes de contestar, intentando sonar relajado. —¿Bueno? Quiso que pareciera casual, como si hubiera contestado sin darle importancia. —¡Ricardo! Andi se esc
Los guardias de seguridad era más bien pocos, y cada uno estaba en un lugar diferente. Además, al estar en un barrio residencial, la vigilancia no era tan estricta como en la mansión de Valle Motoso. Y fue gracias a esto, que Andi se escapó sin problemas. Cuando llegó a la calle, lo primero que hizo fue llamar a César. En la sala de reuniones de la planta alta de Grupo Runpex, César estaba dirigiendo una junta con el equipo a cargo de un proyecto internacional. Su teléfono, que estaba boca abajo junto a sus papeles, vibró. Miró la pantalla y levantó una mano, interrumpiendo la presentación de uno de sus empleados. —Pausa por un momento. Sin levantarse de su silla, contestó la llamada. —Andi, estoy muy ocupado ¿qué pasa? Andi no sabía que César estaba en medio de una reunión. Su tono era alegre y despreocupado. —Tío César, ¿dónde trabajas? —En Runpex. ¿Por qué preguntas? El sonido de la voz de Andi tenía un efecto relajante. César no pensó mucho en su pregunt
Miró el reloj sobre su escritorio. La reunión llevaba casi dos horas y estaba por terminar. Clara se levantó y salió de la sala para esperar afuera. En estos cinco años, su puesto no había cambiado: seguía siendo la asistente especial del presidente. Sin embargo, su sueldo y las responsabilidades que manejaba habían aumentado muchas veces. En la empresa, su estatus solo estaba por debajo del vicepresidente y los accionistas. Podía decirse que muchas de sus decisiones y palabras representaban a César. Después de revisar y firmar la última página de un documento, Clara salió de su oficina. Fue al despacho presidencial y dejó el archivo en el escritorio de una de las secretarias. —Este documento lo tiene que enviar al director del departamento de marketing. —De acuerdo con todo, Clara. En la planta alta, justo afuera de la sala de reuniones, Clara no tuvo que esperar mucho. Pronto, César salió del salón después de terminar la junta. Ella se acercó y caminó a su lad
El chisme era sin duda más importante que su trabajo. Clara pasó junto a los escritorios y golpeó uno con los nudillos, con voz seria: —¿Siguen mirando? ¿No temen que el presidente aparezca de repente y les dé más trabajo? —Je,je… —Una de las secretarias se rio con incomodidad. —No estamos haciendo nada. Ya me pongo a trabajar. De hecho, este fin de semana planeo salir con mi hijo. Dicho esto, regresó a su puesto y comenzó a revisar los documentos del día. Clara tomó su taza de agua y volvió a su oficina, pero antes echó un vistazo rápido al despacho del presidente. ¿Quién era ese niño y como estaba relacionado con César? Dentro de la oficina, César dejó a Andi sobre el sofá. El pequeño se quitó la mochila y sacó una caja de regalo, entregándosela con una gran sonrisa. —Tío César, esto es para ti. ¡Gracias por invitarme a comer la última vez! Mami dice que siempre hay que ser agradecidos. Su voz infantil era pura y sincera, y la seriedad con la que entregaba el re
No esperaba que la letra de Andi fuera tan ordenada. Además, sabía mucho más que otros niños de su edad. Ya estaba aprendiendo física. Aunque algunos conceptos no los recordaba con exactitud, en general entendía la materia y podía explicarla bien. Para tener solo cinco años, sus capacidades intelectuales eran las de un pequeño genio. Por primera vez, César sintió curiosidad por la familia de Andi. ¿Qué tipo de entorno podía criar a un niño tan inteligente y organizado? Un niño con una mente brillante y un rendimiento excepcional. Por primera vez, pensó en conocer a sus familiares. Pero… si Andi salía solo, sin que nadie lo cuidara, ¿significaba que venía de un hogar con un solo padre? ¿Su madre estaba demasiado ocupada con el trabajo para cuidarlo? Mientras César pensaba en esto, Andi levantó la vista y dejó de escribir. —Tío César, ¿ya terminaste tu trabajo? —Aja. Esa respuesta corta le recordó a Orión. Cuando le hacía preguntas a su hermano, él también solía responder con u