Ya era de noche y el parque de diversiones Bahía había cerrado. Tanto el encargado como los empleados ya se habían ido a casa. Solo quedaban César y Rajiv, quien esperaba afuera de la sala de monitoreo.
A Rajiv le dolía ver a su jefe tan triste. Miró su reloj: ya eran más de las once de la noche. Se acercó y tocó la puerta.
—Jefe, es hora de ir a casa.
¿Casa?
César se rio amargamente.
Sin Lorena, ¿cómo podía llamar hogar a ningún lugar?
Suspiró, cerró los ojos y aguantó el dolor.
Estaba completamente seguro de que la persona en la foto de perfil era Lorena. No podía haberse equivocado. Pero, después de pasar todo el día revisando con cuidado las grabaciones de las cámaras de seguridad, sin saltarse ni un detalle, no encontró ni rastro de esa cara que tanto quería ver.
¿Lorena lo estaba evitando?
¿Era esa su forma de castigarlo?
Si era así, aceptaría el castigo. Pero cuando fuera suficiente castigo… ¿podría volver con él?
César se levantó de la silla.
Un golpe se