Teresa escuchó esas palabras, y su cara cambió un poco de color. Pero al instante, volvió a sonreír.
—Mi tía acaba de traerme el almuerzo, pero no puedo comer tanto. Como ya es hora de comer, César, ¿por qué no te quedas y comes conmigo?
César bajó la vista y, después de pensar unos segundos que parecieron una eternidad , dijo:
—No me quedaré a comer. Solo quería saber si estabas bien, debo volver a la empresa. Tengo una reunión más tarde.
La relación entre ellos en este momento no era conveniente para quedarse a comer juntos.
—César, estás muy ocupado —dijo Teresa, con un tono de culpa mientras bajaba la cabeza.
—Antes dije que quería unirme a la empresa para ayudarte, pero al final... no pude ayudarte en nada.
César se enojó un poco y respondió:
—No pienses en eso ahora. Concéntrate en recuperarte. Me voy.
Al ver que no había problemas graves y que lo que le dijeron por teléfono no era tan serio, se despidió rápido y salió de la habitación.
Cuando subió al carro para regresar, Ricard