Paranoico.
Arthur Orlov.
Estoy mirando a través de la ventana de mi oficina hacia la mansión oscura del difundo Lev, cuando mi teléfono suena. Al ver el remitente, respondo de inmediato.
—Dime.
—Jefe, está pasando una bomba —dice mi secretario, Oscar—. Estaba en una cena con mi prometida, aquí en el White Rabbit y llegó Valeria Matvienko con todo un batallón. De un momento a otro una mujer de sus invitadas sufrió una especie de ataque. Pero entonces otro de sus invitados soltó un: “¡Vi a Valeria echando algo en su bebida!” ¡Y todo se volvió un caos!
La voz de Oscar suena agitada, entre aterrada y a la vez emocionada. Entiendo su reacción.
—Entonces le diste mi número a su representante —adivino.
—¡Sí! Me sacaron a patadas por querer acercarme pero lo hice, jefe. ¿Imagine que tenga este caso? Hace mucho que no defiende a alguien tan cercano al presidente.
—Gracias por informarme, Oscar. Y lamento que la cena con tu prometida se haya arruinado. Mañana iré temprano al bufete, hay algunos papeles qu