SIN RUMBO FIJO

Luego de que se escuchara el disparo, todo quedó en silencio. Muchos contenían la respiración. Elena seguía de pie frente a Isabella, inmóvil. De repente, Dimitri se desplomó al suelo, con la pierna herida. El dolor deformaba sus facciones en una mueca de sufrimiento. Elena, paralizada por el miedo, mantenía los ojos fijos en Isabella, su rostro bañado en lágrimas reflejando una mezcla de terror y desesperación.

Elena respiró aliviada y dijo: —Estás demente, Isabella. Te atreviste a disparar, gracias a Dios fallaste.

Al oír el comentario de Elena, Isabella se carcajeó con ironía. — ¡Fallé! No, Elena, jamás fallo. Le disparé a quien no acató una orden y juro que si no se marchan en este momento, la próxima bala llevará tu nombre.

Francesco, desesperado ante la situación, llamó a Roger. —Lleva a Dimitri al hospital y luego deja a Elena en su apartamento.

Elena, al ver que Francesco no se iría con ella, le recordó la promesa que había hecho antes de su viaje. — ¿Qué estás diciendo, Franc
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