Después del almuerzo, las chicas se dirigieron al spa, donde se entregaron a una tarde de relajación y confesiones. Entre masajes y cócteles, la conversación inevitablemente giró en torno a los hombres. —Hay que admitirlo, Nicolás es el epítome del caballero irresistible —dijo Alessa con una sonrisa traviesa—. Si no estuviera comprometida, definitivamente lo consideraría.
—Oh, sin duda —secundó Chiara—. Guapo, sexy y con ese aire de hombre poderoso que vuelve loca a cualquier mujer.
—Madi, ¿qué opinas tú? —intervino Isabella con una ceja arqueada. Madison, que bebía su cóctel, sintió que todas las miradas se posaban en ella. Se removió incómoda y luego, con una sonrisa tímida, respondió: —Él es solo mi jefe…
—Vamos, Madison, olvida por un momento que es tu jefe y dinos algo sincero —insistió Chiara.
Madison suspiró y tomó otro sorbo antes de decir: —Es el hombre que hace mis días miserables, pero debo reconocer que es una tentadora distracción para cualquier chica. Las risas no se hic