A pesar de que la fiesta estaba en pleno apogeo y la música suave llenaba el aire, era imposible opacar el murmullo de los presentes ante la abrupta llegada de Elena, Dimitri y Rebeca.
Francesco e Isabella se detuvieron en seco al ver a Elena. Con su presencia imponente y mirada desafiante, parecía disfrutar de la sorpresa y el desconcierto que causaba. Alessa, por otro lado, se quedó boquiabierta al ver a Rebeca, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. Sin embargo, debía hacer frente a la llegada de Elena y no permitir que le arruinara la noche a Isabella; después le tocaría el turno a Rebeca.
Elena caminó hacia la mesa donde se encontraba Isabella. Observó a los que compartían la mesa con una sonrisa de superioridad y, al ver a Salvatore, sonrió, le guiñó el ojo y dijo:
—Feliz noche a todos. Francesco es increíble ver cómo compartes la mesa con Salvatore, aun sabiendo que está locamente enamorado de tu esposa. Bueno que se puede esperar si Isabella duerme con el enemigo.