El viento era helado cuando Luciana salió de la mansión de Alexander. Cada paso que daba la alejaba de él, pero no de la verdad que acababa de descubrir.
Alexander había estado escribiéndola desde el principio.
Antes de que fueran algo. Antes de que se besaran. Antes de que ella siquiera entendiera lo que sentía.
Y ahora, con esa revelación aún latiendo en su pecho, no sabía si debía sentirse halagada o traicionada.
Sus manos temblaban mientras sacaba su teléfono y marcaba el único número que podía llamar en ese momento.
—¿Luciana? —la voz de Javier sonó sorprendida al otro lado de la línea.
Luciana cerró los ojos. Necesitaba escuchar algo diferente.
—¿Podemos vernos?
Un silencio. Javier lo entendió de inmediato.
—Dime dónde.
⸻
Los Celos Que No Se Dicen
Javier y Luciana se encontraron en un café lejos del centro, un lugar discreto donde nadie los reconocería. Él la observó con cautela mientras ella removía su café sin probarlo.
—No me mires así —murmuró Luciana sin levantar la vista.