Las puertas se abrieron, y algo en el interior de Edward comenzó a arder como lava. La escena frente a él era indescriptible.
—Quita tus manos de mi esposa, Richard —dijo Edward, apretando los dientes. Grace se apartó de Richard de inmediato.
— ¿Tu esposa? ¿Cuándo te has casado? —Richard frunció el ceño. Edward ignoró la pregunta y se centró en los brazos de Grace, palideciendo al verlos.
— ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué tienes los brazos así? —preguntó, evidentemente preocupado.
—El estrés puede liberar histamina y otras sustancias químicas en el cuerpo, lo que puede causar inflamación y urticaria —intervino Richard.
—El encierro en el elevador me puso así —dijo Grace con voz temblorosa.
—Debes ver a un médico de inmediato. —Edward la tomó del codo y la alejó de Richard. A medio camino, se detuvo y lo miró—. Por cierto, te perdiste la junta. ¿De verdad quieres que siga defendiéndote cuando tú mismo te saboteas?
Richard permaneció en silencio, consciente de que había llegado casi dos hor