—Ahora más que nunca necesitamos hablar —me suelta de golpe—, ahí viene tu novio.
Yo lo miro extrañado y volteo, Nicolás se acerca a nosotros con media sonrisa.
—¿Cómo te sientes? —lleva su mano a mi brazo y lo soba con delicadeza, yo miro a mi padre y me echo hacia atrás para evitar que me siga tocando.
—Necesito tiempo, y justo iba a pedirte que me dieras el día, no puedo trabajar así… —agacho mi rostro y lo escucho suspirar.
—Tomate el tiempo que sea necesario. —acerca su rostro y besa mi mejilla, pero me asqueo al instante, luego ve a mi padre—. Hola, soy el doctor Salvatore, y usted debe ser su padre, ¿no? —ofrece su mano.
—Francisco Hernández, no, no soy su padre, soy policía y me han encargado el caso del accidente de su hermana —estrecha su mano y Nicolás nos ve a ambos seguidamente, extrañado.
—Por un momento creí que era su padre, se parecen —supone él y mi padre parece que es buen actor.
—Oh no, gracias al trabajo que tengo de peligroso, decidí no tener hijos, pero me hubie