EPÍLOGO: EL ÚLTIMO REGALO DE GALADRIEL
Las luces del hospital eran demasiado blancas, demasiado frías para alguien que acababa de volver del infierno. Sophía abrió los ojos después de lo que le parecieron siglos. Juanita estaba ahí, con los ojos hinchados de tanto llorar. No dijo nada, solo le tomó la mano con fuerza, como si temiera que desapareciera de nuevo.
Del otro lado estaba Dante con una sonrisa en sus labios, le pareció que se veía feliz pero no lo creía.
Dante sintió que su corazón se inflaba de emoción, quería abrazarla, besarla. Gritarle que la amaba, que ya no sé alejaría de ella. Pero le pareció prudente esperar a que se recupera por completo.
La recuperación fue lenta. En su mente aún resonaban los gritos, la sangre, las cadenas, los susurros de Victoria y Valentina. A su alrededor, todos fingían normalidad. Dante iba cada día, le llevaba flores, besaba su frente como si eso pudiera borrar el pasado.
Miranda… se comportaba como una mujer devota, ayudando, sir