Elise
La casa era todo un sueño, algo que me habría gustado y que incluso planeaba con Alessio y los niños. Pero ahora todo era algo muy lejano, aunque estuviera aquí. El hombre que me desnudaba frente al ventanal y me tocaba con devoción no era con quien quería estar.
Mientras Andrei se recreaba repasando mi espalda con los labios, apoyé las manos en el cristal y contemplé el bosque, oscurecido por la tormenta. El ventanal estaba cubierto de hermosas gotas de agua que se deslizaban lentamente, y que parecían ir al ritmo de los besos de la bestia que me iba a poseer en unos instantes.
—Estoy dispuesto a todo ahora que te tengo —murmuró, mientras me abrazaba, haciéndome sentir su desnudez contra mi espalda—. Están haciendo un escándalo, pero los dejaré vivir.
—No lo haces por amor a mí. Lo haces porque no resistes la idea de que los ame más, que los vea como héroes que dieron su vida por mí —contesté en voz baja—. Solo te amas a ti mismo.
—Puede ser —admitió, con una risita que me hizo