Andrei
Años antes
Siempre fui consciente de que mi mente funcionaba de una manera diferente a la de los demás. Mientras que muchas personas veían ciertas cosas como repudiables, yo las observaba impasible, sin poder comprender el escándalo.
Y cualquiera que me hubiera visto comer el dedo de mi pequeña Elise también se habría horrorizado. Nadie podía verlo como yo, como un vínculo eterno que siempre tendríamos.
Ella tenía que aprender a no volver a mencionar la posibilidad de ser de otro hombre. Eso era imposible, incluso si se alejaba de mí algún día.
Seguí besándola mientras dormía. No solo su piel y sus labios eran deliciosos, sino también su carne. Moría de ganas de volver a probarla, de arrancarle cada uno de sus dedos, pero entonces no podría cuidar de nuestro hijo.
—Te perdono solo por eso —dije entre besos—. Me diste un hijo perfecto.
Dejé de besarla y miré a mi hijo, que estaba en un cunero con regulador de temperatura.
Jamás había sentido amor hacia alguien de mi prop