—¿Un candidato antimafia que busca tu ayuda, es decir, la ayuda de un mafioso, para erradicar el crimen organizado? —la voz de Reinhardt tenía un matiz burlón, como si la sola idea le pareciera un chiste absurdo—. No me hagas reír.
—El fin justifica los medios, Reinhardt.
—No me interesa —cortó él con frialdad, como si las palabras de su enemigo fueran aire—. Nada de lo que digas hará que retroceda, ni que te deje llevarte a Jordan.
—¿Vas a arriesgar todo lo que has construido por un simple campesino?
—Ese no es tu problema. Solo suéltalo y vete.
El aire se tensó como una cuerda a punto de romperse. Zaid no era de los que retrocedían sin pelear, y Reinhardt lo sabía. Hubo un instante de absoluto silencio, un solo parpadeo en el que la decisión fue tomada.
Zaid movió su mano hacia la funda de su pistola, con la intención de apuntarla hacia Reinhardt y dispararle en cualquier parte del cuerpo, no importaba dónde fuera con tal de herirlo.
Sin embargo, antes de que pudiera encañonarlo, Rei