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Capítulo 3— Una treta entre amigos

Capítulo 3— Una treta entre amigos

Narrador

Un día iniciaba en la mansión Prat cuando Herodes bajaba a su estudio, la noche anterior apenas pudo dormir teniendo a Bárbara en la misma cama, que el día se le haría eterno, y es que el simple hecho de tenerla tan cerca, sentir su aroma, detallar su figura a su lado, era todo lo que quería, y no podía tocar. Ordenando el cuello de su camisa, mientras avanzaba por la amplia estancia, acercándose a este como todas las mañanas, Riccardo, su hombre de confianza, ingresó con él a su pequeño santuario, y cerrando la puerta a sus espaldas mientras Prat rodeaba el escritorio, habló.

—¿Qué tal tu primera noche de bodas?— Sabiendo perfectamente que su matrimonio con Bárbara no era más que una farsa, un pago para saldar las deudas de Amestoy, Riccardo tomó su lugar en la silla frente a Herodes, y ladeando su cabeza de un lado al otro tratando de aligerar la tensión de su cuello, Prat respondió.

—Una noche normal... Una noche en donde dormí muy mal si me lo preguntas— Negando, pues esto lo supo desde un inicio que ese matrimonio sería un caos, Riccardo se recargó en su silla, y cruzando una pierna, soltó conociendo tan bien a su jefe, que esperaba que con el pasó de tiempo detestara Barbara, y la desechara como una mujer más en su lista.

—¡Oh! Pensé que tendrian una noche de bodas real... Como una pareja de verdad, una pareja que se ama como quieren hacerle ver a todos— Chisteando los labios por el sacarmos de Riccardo, pareciéndole absurdo lo que decía, Herodes rodó los ojos antes de revisar su teléfono y elevando su vista al ver que este no dejaba de verlo con una media sonrisa, burlándose de sus intentos de parecer indiferente ante Baby, cuando sabía la verdad de todo, Prat preguntó.

—¿Qué me ves? Tú y yo sabemos que me casé con esa mujer para salvar la empresa de su padre, como agradecimiento con Joaquín por la ayuda que me dio cuando mi madre murió... No porque me interesé— Enarcando una ceja para nada convencido con su discurso, Riccardo, su empleado de confianza y ahora, lo más cercano a un amigo, no creyó nada de lo que dijo, y abriendo su boca sabiendo que posiblemente Herodes lo mandaría a la m****a, respondió.

—¿No te interesa, Herodes? ¿Entonces por qué no le cuentas lo de Fabián... De su deuda, del pacto entre ustedes dos... De que el muy imbécil convenció a su padre para que la obligara a casarse contigo?— Negando enseguida antes de colocarse de pie, ya que eso ni pensarlo, él no le contaría a Baby lo de su gran amor, ya que eso haría que lo odiara más de lo que ya lo hacía por obligarla a casarse con él, Herodes rodeó su escritorio, y colocándose frente a su amigo, respondió un poco mortificado porque esa verdad saliera a la luz.

—Eso ni pensarlo, Riccardo... Si Bárbara se entera de eso, no solo odiará a Fabián quien en realidad se lo merece por usarla de garantía en sus deudas, sino también a su padre, y a mí. ¿Te imaginas vivir bajo el mismo techo que un enemigo? Eso no solo pondría en riesgo mi paz y mi tranquilidad al tener una serpiente en casa preparada para atacar, sino también a todos aquí— Explicó recargándose sobre su escritorio— Esa mujer se volvería una puta bruja que nos haría la vida imposible a todos... Sería imposible, y allí tendría que estrangularla para librarme de ella.

Carcajeándose por eso último, Riccardo observó a Herodes de manera inquisidora, quien no era más que un idiota que intentaba ocultar su atracción desmedida por la ex de su viejo amigo, y abriendo su boca, soltó una verdad que Prat trataba de tapar con un dedo.

— ¿Te odiaría a ti? ¿Más de lo que ya lo hace, Herodes? Es evidente que Bárbara no te quiere a pesar de salvarle el pellejo a su gran amor y a su padre.

Encogiéndose de hombros pues ella no lo sabía, y no sería él quien se lo diría, Herodes le restó importancia a las palabras de Riccardo, y sonando la puerta en ese momento, la cual era tocada ligeramente, tras ordenarle seguir, el ama de llaves ingresó al estudio.

—Señor, las chicas que se encargarán del cambio de imagen de la señora acaban de llegar ¿qué hago con ellas?

—Yo mejor me voy.

Sabiendo que por ese momento la conversación había terminado, Riccardo se colocó de pie, ya que tenía un par de asuntos que solucionar, y empezando a caminar a la salida, se detuvo de pronto al recordar un asunto sumamente importante que no podía esperar más.

—Recuerda firmar los papeles del banco... Solo eso falta para saldar la deuda de Joaquín, no los sigas posponiendo.

Quedando a solas con el ama de llaves en el estudio, Herodes vio a su amigo salir de allí y, abriendo la boca, respondió.

—Llévelos a la habitación de la señora, es hora de despertar... Recuérdele que en dos días es la inauguración del casino y ella me debe acompañar.

Asintiendo la mujer al recibir la orden, esta salió del estudio, y quedando a solas en ese lugar, que era testigo de sus largas noches de trabajos, de secretos que, de salir a la luz, desmoronaría la perfecta imagen de más de uno, Herodes abrió uno de los cajones del escritorio para sacar los documentos que Riccardo le pidió revisar.

Sabiendo que necesitaría algo para aliviar el dolor de su cuello por la forma en la que durmió, Herodes se sirvió un trago antes de abrir la carpeta, y dejando el vaso de licor sobre el escritorio tras tomar un sorbo, se dispuso a firmar los tan mencionados documentos.

—Joaquín Amestoy

Recorriendo las líneas con sus ojos, Herodes murmuró el nombre del padre de Bárbara, y deteniéndose justo en donde debía poner su nombre, los recuerdos lo inundaron.

*Inicio de Flashback*

—Será solo medio millón Herodes, medio millón con eso pagaría todas mis deudas.

En el interior de ese mismo estudio en el que se encontraba, Fabián suplicaba por su ayuda. Las deudas de juegos lo estaban consumiendo, y era cuestión de tiempo para que sus deudores vinieran por él. Manteniéndose en su puesto, del otro lado de su escritorio tras apenas un par de meses de regresar después de años fuera de la ciudad, Herodes disfrutaba de la vida cómoda, y los millones que había ganado tras fundar una empresa, y levantarla de la nada.

—Eres mi único amigo, Herodes... Mi hermano del alma, Crecimos juntos ¿Acaso no lo recuerdas?

Siseando, pues le parecía absurda la manipulación de Fabián, quien no era ni una muestra del joven honesto que dejó tras su partida, Herodes se colocó de pie, y negando ya que si pensaba que lo engañaría no se saldría con la suya, Prat respondió.

—Por supuesto que lo recuerdo, Fabián. ¿O acaso no recuerdas que tras la muerte de mi madre me quedé solo... Que me tocó dejar mi ciudad por un futuro mejor... Que trabajé por años hasta que hice mi fortuna? ¿Acaso crees que medio millón crece en los árboles como para regalártelo así nada más? —Sonrió de lado al ver a Fabián descolocado por su respuesta—. Por supuesto que no... Medio millón me cuesta ganarlo como para dártelo solo por que eres mi amigo de la infancia.

Abriendo su boca como un pez en busca de agua tratando de justificar su petición, Fabián se colocó de pie un poco desesperado, sabiendo que de no encontrar ese dinero, su cabeza rodaría en cualquier momento.

—Entonces... Pídeme lo que tú quieras —Fabián se acercó a Herodes sin poder ocultar su desesperación—. Lo que sea Herodes... Algo que yo tenga, que tú siempre hayas querido... Te lo doy, pero no me abandones ahora.

Negando con una media sonrisa, ya que a pesar de su jodida adolescencia no hubo algo que Fabián tuviera que él quisiera como para valer medio millón, Herodes pasó junto a este un poco irritado, ya que no parecía entender que no lo ayudaría, y colocándose de pie al otro extremo del estudio, respondió.

—No hay nada que tú tengas que yo necesite, Fabián. ¿Acaso no recuerdas con quien estás hablando? Del Herodes huérfano y desolado, no queda nada... —Extendió sus manos para que lo viera, vestido con ropa de marca, en una mansión que valía diez veces más que su casa—. No tienes nada que yo quiera, por lo que no puedo ayudarte.

Sabiendo que si ponía un pie afuera sin al menos la mitad del dinero que debía, Fabián casi se arrodilló a los pies de Herodes, y bajando su cabeza avergonzado por la basura en la que se había convertido, suplicó.

—No me abandones, Herodes... Hazlo por nuestra amistad, por mi madre, quien te ve como un hijo, por Baby... sabes que si yo muero... Ellas dos quedarán destrozadas.

Apretando sus labios por sus burdos chantajes, Herodes con su dedo le ordenó colocarse de pie, y liberando el aire odiándose por lo que haría, soltó.

—Quiero a Baby... Quiero que ella sea la garantía de que me regreses mi medio millón... Si en un año, Fabián —Le señaló con su dedo el número uno— Un año, no me has regresado mi medio millón, convencerás a Bárbara de que sea mi mujer, que se case conmigo... Y tú, la dejarás en paz. ¿Estamos?

Convencido de que lo haría, que un año era tiempo suficiente para reunir ese dinero, y regresárselo a Herodes, sin que ella siquiera supiera que era la garantía en una treta entre dos amigos, Fabián le extendió la mano a Prat, y estrechándola convencido de que ese idiota no la merecía, él estaba dispuesto a reclamarla si no cumplía.

*Fin de Flashback*

Agitando su cabeza cuando los recuerdos inundaron su mente, Herodes estaba a punto de firmar, y regresando Riccardo un tanto agitado, dijo.

—¡No está Herodes! ¡Bárbara no está!

Dejando los papeles a un lado tras escuchar sus palabras, Herodes se apresuró a salir a la estancia, y llegando la ama de llaves, quien venía de recorrer el jardín buscándola, esta soltó.

—Se ha ido señor... Solo esto he encontrado.

Elevando la bata de dormir, la misma con la que se había ido a la cama la noche anterior, la ama de llaves mostró lo único que encontró de la señora de la casa. Y haciendo de sus manos un puños al ver que Bárbara le había visto la cara de idiota, le dijo a Riccardo sabiendo en dónde encontrarla:

—Acompáñame... Iré por mi esposa.

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