—Hablemos… ¿sí?— dijo ella y se giró, se sentó de lado frente a él y alzó sus piernas para abrazarlas… una sensación extraña le decía que algo se rompería con esa conversación.
—Regina…— volvió a nombrarla el pelinegro y tomó un mechón de su cabello, la pelinegra ladeó su rostro incómoda y él la notó —te quiero— aceptó y los ojos de ella se abrieron con sorpresa.
—¿Qué? –
—Siempre te quise… lo sabías, ¿no?— la voz y la mirada suave del joven conmovieron a Regina que se sintió tonta.
Negó en silencio —tú… tú…
Giancarlo ladeó el rostro impotente —he venido cometiendo error tras error— aceptó y su mirada cobró profundidad.
Ella frunció el ceño… “yo también”
—Lo mío con Fiama no…— comenzó y el corazón de la pelinegra golpeó fuerte… estaba nerviosa. Él suspiró pesadamente —Voy a dejarla—. Corrigió.
—¿Qué? — preguntó desconcertada… ¿de verdad estaba diciendo eso?
—Regina… sé que no te merezco, pero… aun así…
—No— lo detuvo al alzar el rostro a verlo y llevar una de sus manos a su