—¡¿Qué?! – dijo ella en su sobresalto.
—Que mientes…— Giovanni le dijo y volvió a tomarla de la mano. —… y pagarás por ello— volvió a retomar su marcha, de nueva cuenta, al estacionamiento.
—¿A dónde vamos?... t-tengo trabajo y tú tambien…— dijo rápidamente mientras se obligaba a seguirle el paso.
— No me importa faltar… y tú harás lo mismo de ser necesario, además, ser el dueño de la maldita compañía tiene sus ventajas mi compañera, se hace lo que yo diga — dejó claro el lobo ojiazul.
—Pero…
— Entra — ordenó Giovanni luego de no dejarla replicar, nunca antes el camino hasta su auto le pareció tan corto.
—En serio… no puedo irme…— dijo Regina y se quedó parada a un costado de la puerta abierta y frente a él ¿Qué pretendía?
Él la obligó entrar y la hizo recorrerse al entrar tras ella.
— No iremos a ninguna parte – dijo tajantemente el apuesto rubio.
Regina tragó débilmente, observó el largo asiento de piel negro de ese Chevelle SS propiedad del chico.
— ¿Entonces para qué… me…? — pregu