Celeste 3/3
Pasaron días desde que fue atada a su propia cama. Días en los que él no volvió a aparecer. Días de insomnio, miedo y silencio, porque no podía olvidar su siniestra expresión, mucho menos el asesinato que presenció.
Cómo medida de seguridad había comenzado a dejar su celular en casa, temía que la estuvieran rastreando. Su madre ya le había preguntado qué estaba pasando. Aparentemente le había estado llamando mucho últimamente y ella no le había atendido ni una vez.
¡¿Pero qué importaba?! Lo único que deseaba era olvidar todo el incidente.
En la facultad se movía como un fantasma. Nadie parecía notar nada. Nadie le preguntaba por qué tenía los ojos enrojecidos o por qué su voz temblaba al responder las preguntas en clase.
Pero entonces, de pronto… un día todo se detuvo.
No la siguieron más. Lo supo porque su paranoia cesó, esa inquietud, esa constante sensación de sentirse vigilada, dejó de existir.
Tampoco hubo más visitas nocturnas.
Ni amenazas.
Simplemente un