La puerta del auto se abrió de golpe, y una mano la agarró por el cabello, sacándola sin una pizca de amabilidad.
De esa forma, fue arrastrada y lanzada sin contemplaciones al suelo de un almacén.
Un grupo de hombres, que a sus ojos eran espantosos, la rodeó de inmediato.
—Pero miren esa cara. Es una muñequita —dijo uno de ellos con su voz cargada de lascivia. Se inclinó para mirarla mejor.
Celeste se retorció y se hizo un ovillo, intentando desesperadamente que no le pusieran una mano encima.
¿Pero podía evitarlo?
La respuesta era un rotundo “no”.
—Con razón la persigue tanto el agente —repuso otro, empujando a su compañero para ver mejor—. ¿Por qué no nos habíamos fijado antes en este punto débil?
Parecían reprocharse su propia ceguera al no haber notado antes la conexión que tenía con Erick, y ahora la veían como un trofeo invaluable.
Sin embargo, ella pensó en su mente: ¿Había realmente una conexión? Luego de ver la manera en que la había tratado ese mismo día, concluyó que no.