El timbre insistente del teléfono despertó a Javier antes del amanecer.
—¿Qué demonios…? —gruñó, descolgando sin mirar la pantalla. Su única intención era mandar al infierno al inoportuno que llamaba—. ¡Más vale que sea importante!
—Señor Russo… —la voz del otro lado titubeó— hay un problema. Los portales financieros han comenzado a publicar información… sensible. Documentos. Nombres. Cuentas. Transacciones.
—¿Qué documentos? —se incorporó en la cama, atento a las siguientes palabras.
—Filtraciones. De nuestros contratos con las compañías offshore en Panamá. Y otras... otras cosas.
—¡¿De qué demonio estás hablando? —ladró, una vena comenzaba a palpitarle en la sien—. ¿Quién se atrevió a hacer eso?
—No lo sabemos. Algunos creen que vino desde adentro.
—Averigua quién fue —ordenó implacable—. Quien quiera que sea lo va a pagar con sangre.
Inmediatamente colgó y se levantó de la cama. Se puso un pantalón y caminó descalzo hasta el estudio. Encendió su laptop, necesitaba verlo con sus p