La persona que acababa de llegar era Eloísa, con un traje blanco ajustado que resaltaba su barriga. Por supuesto que no había venido sola. Su acompañante incondicional se encontraba a su lado. Aunque en esta ocasión, la expresión de Olivia era de desconcierto absoluto.
—¡Es mentira! —gritó Eloísa desde la puerta, sus ojos completamente desorbitados—. ¡Ese video está manipulado! ¡Ese no es el papá de mi hijo! ¡Eres tú, Enzo! ¡Tú vas a casarte conmigo!
—Seguridad —ordenó Enzo, pero Valeria se levantó instintivamente, notando entonces que algo en la expresión de la mujer… no encajaba. No parecía estar en sus cinco sentidos y eso la preocupó. Sea lo que sea, era un ser humano.
Eloísa, completamente fuera de sí, corrió hacia el escenario.
—¡Voy a tener a tu hijo! ¡Voy a ser tu esposa! —decretó como si no hubiera manera de que sucediera lo contrario. Para ella, aquel hombre le pertenecía y punto. Y no le pertenecía desde ahora ni desde hace tres años. Le pertenecía desde mucho antes, desde