‒ El abuelo está... ‒ Miguel miró a Fiona e interrumpió de inmediato a Laura ‒ Mario te llevará a casa.
Con el abuelo en este estado, la transferencia de acciones definitivamente tendría que esperar.
‒ Me iré cuando el abuelo despierte, no estaré tranquila hasta entonces ‒ Laura seguía preocupada por la salud de Emiliano y no se sentiría en paz sin ver que estuviera bien.
Miguel posó su sombría mirada en el rostro de ella por un momento, apretó los labios y no dijo nada más.
Su entorno lo había hecho reaccionar así: sombrío con todos.
No iba a ser del todo cordial con Laura solo porque fuera su esposa.
‒ ¡Aunque el viejo despierte, no podrá transferirte las acciones! ¡Vete ya! ‒de repente le recriminó Fiona enfurecida.
Laura la ignoró.
Esta era la oficina de Miguel; mientras él no la echara, podía ignorarla.
Fiona, al verse ignorada, se llenó de rabia, pero con Miguel presente no se atrevía a expresarla.
‒ Mario, acompaña a la señora Soto afuera ‒ ordenó Miguel con rostro serio y con