— Sé que Miguel no está contigo, ¡porque acaba de venir a verme y ahora mismo está tomando un baño! — dijo Jenny con un tono que destilaba un dejo de presunción, su regocijo era palpable incluso a través del teléfono.
Laura arqueó una ceja y respondió con una sonrisa irónica: — ¡Miguel acaba de llegar a casa! ¿Cómo podría estar contigo? Jenny, admítelo de una vez: ¡él en realidad me ama a mí, no a ti!
Eran solo unas cuantas frases para aparentar lastimosidad, un truco que cualquiera conocía.
En cuanto a dónde estaba Miguel, le importaba muy poco.
Jenny se puso furiosa, sus uñas clavándose con tanta fuerza en su piel que casi la lastimaban.
¿No se suponía que iban a divorciarse mañana? ¿Entonces por qué seguían juntos esta noche?
¿Acaso Luis la había engañado?
En el fondo, sabía que nunca habían hablado realmente de divorcio.
— Si no me amara, ¿cómo habría cambiado todas las flores de las calles de Santa Clara por una sola variedad? Si no me amara, ¿por qué habría plantado en el jardín