— Te estaré esperando mi triste gorrión— dijo Edmond acariciando con dulzura la mejilla pecosa de Juliette donde la solitaria lagrima se había finalmente derramado después de escapar de los hermosos ojos zafiro de la chica.
La rubia se había estremecido en respuesta a la inesperada caricia que el adonis francés le había regalado, rompiendo rápidamente el contacto se alejó de él tratando de ocultar el rubor rojizo que coloreaba sus mejillas, Edmond Rohan sabía lograr ponerla nerviosa, sus palabras gentiles y educadas además de su amable presencia a ratos, y en otros, mucho más pasional y atrevido que el mismo Fernand, le agradaban, muy por el contrario del inmediato rechazo que sentía hacia Fernand Beaumont, aun así, no le agradaba sentir el toque de ninguno de ellos, porque aquello, la hacia desearlo mas de lo que ya lo hacía.
— Debo irme, te veré mañana en la sala de música Rohan — dijo Juliette ocultando su enrojecido rostro.
Edmond se sintió extrañamente satisfecho, aquella timidez