—Con todo respeto, Mando Segundo, no dejaré que Jew vaya solo —protestó Betsy—. Sería un suicidio, tanto como para él, como para mí y una misión fallida.
—Señorita Betsy, usted no está preparada para una misión de tan alta peligrosidad —espetó Dober.
Hiz hizo señas a un guardia para que se acercara. Todos hicieron silencio y la observaron, cuando el hombre se acercó e inclinó un poco la cabeza.
—Dígale a la señorita Dane que venga y traiga consigo al joven Gost —ordenó.
—Sí, señorita —aceptó el guardia y salió de la sala de reuniones.
—Hiz, ¿por qué hiciste eso? —preguntó Dober con entera molestia.
—Nos será bastante útil —explicó—. Dane me ha pedido hablar con ella en priva