Era como regresar de cierta forma a su infancia, donde pasaba largas horas en el bosque.
Tal vez Dober tenía razón y el mudarse por un tiempo a la casa del bosque era buena idea, para que pudiera relajarse.
Después, cuando las mujeres se despertaron, llamaron a Hiz para que desayunara y se sorprendieron al verla despeinada, con el vestido algo sucio y el rostro acalorado por la larga caminata.
—¿Qué estabas haciendo? —preguntó Dane, con el pocillo de café en una mano, paralizada por ver a su amiga en aquellas fachas.
—Ah, estaba paseando por el bosque con Magnus —respondió Hiz, sentándose a la mesa y comenzando a tomar una taza de leche caliente—. Ah, está muy rica.
A su madre le tranquilizó que Hiz estuviera de mejor semblante. La única que seguía preocupándole era Anny, que se había vuelto muy callada desde la mue