El ambiente en la sala de visitas era tenso, cargado de una electricidad silenciosa que parecía flotar entre las paredes blancas y los muebles neutros. Mark miraba fijamente a Jonas, quien jugaba con un pequeño carrito rojo en la alfombra, completamente ajeno a toda la tensión que lo rodeaba. Era el primer encuentro entre padre e hijo después de tanto tiempo, un momento que Mark había imaginado cientos de veces durante sus largas noches de reflexión y arrepentimiento.
—Hola —susurró Mark, su voz apenas audible, como si temiera romper el delicado equilibrio de aquel momento. Sentía su garganta seca, sus manos sudorosas, consciente de cada respiración, de cada latido de su corazón que parecía querer escapar de su pecho.
Jonas levantó la mirada, sus ojos azules idénticos a los de su padre lo observaron con una mezcla de curiosidad e inocencia que desarmó completamente a Mark. En aquella mirada infantil no había juicio, no había resentimiento, solo una genuina apertura hacia lo desconocid