Con esa revelación en la mano, Alicia decidió confrontar cara a cara a la persona que había estado maniobrando desde las sombras, ese ejecutivo de alto nivel que parecía intocable. La conversación fue tensa, cargada de una electricidad que no admitía dudas. Había quedado claro que la manipulación no era un acto aislado de una mente ambiciosa, sino una cadena de intereses que ponía en peligro no solo su carrera, sino la seguridad de Jonas. La atmósfera en la sala de juntas se volvía cada vez más densa, cada palabra pesaba, cada silencio tenía fuerza.
—¿Quién te dio permiso para mover piezas que no te pertenecen? —preguntó Alicia, la voz contenida, pero firme, como si alguien hubiese tensado el cable de una guitarra hasta marcar el acorde correcto.
El ejecutivó, que parecía haber aprendido a sonreír con alianzas y a hablar con cifras en los ojos, respondió con calma calculada.
—No se trata de permisos, Alicia. Se trata de entender la dinámica de Vitolli. Las inversiones, las reuniones, l