Mi dulce de tiramisú

Hanna Sinclair

Llegué cansada a mi casa, recién nos habíamos mudado a Nueva York pues acepté el puesto de médico a tiempo completo en el hospital general y así poder darle un mejor porvenir a mi pequeño dulce de tiramisú. 

-¡Mami!- me encantaba escuchar esa palabra salir de su pequeña boquita. El sentimiento que emanaba de su vocecita era capaz de hacerme olvidar todo lo malo que había pasado los últimos años. 

-Ven a darme uno de eso besos tuyos que tanto me gustan. 

Mi Hanna había sido lo mejor que me dio la vida y no tendría la forma de pagarle nunca al destino el haber decidido traerla a este mundo... 

-Hola doctora. 

-Hola Mary ¿Cómo se portó esta pequeñita? 

-Muy bien, doctora. Ella no da ningún problema. Ya está bañada y cenó. 

-Gracias. Eso nos deja entonces la hora de dormir y... 

-¡Cuento!- exclamó contenta mi pequeña y yo asentí. 

-Pues nos vemos mañana doctora. 

-Gracias por todo, nuevamente Mary. 

-Descansen y mañana a las siete como siempre. 

-Por favor y disculpa por desordenar tanto tus horarios. 

-No se preocupe, las levantadas temprano lo valen si tengo que cuidar a esta pequeña princesa. 

-Que llegues bien a casa y por favor me avisas cuando ya estés ahí. 

-Por supuesto, descansen y tu pequeñita prepárate que mañana te llevaré al parque. 

-Siiiiiii...

Una vez que Mary cerró la puerta, lleve a mi pequeña a su habitación y nos acomodamos en su camita, ella había tomado uno de sus cuentos favoritos y me lo entregó para que se lo leyera. 

-A ver, ¿qué leeremos hoy? - Abrí el libro y era Elmer el elefante. No sé cuántas veces se lo he leído, es más me hizo comprarle toda la colección, pero este era su favorito, era chistoso leerlo, pues ella se sabía todos los diálogos y hasta hacía muecas imitando como sería el elefante ese. 

Nuestra vida era tranquila en Boston, pero si realmente quería surgir debía buscar nuevos horizontes y eso hice. Postulé a la vacante que había en el departamento de ginecología y obstetricia del hospital general de Nueva York y tuve suerte de que quién me entrevistara fuera la doctora Hamilton, la conocía de la facultad de medicina en mi época en la NYU y aunque en Boston me había demorado para sacar la carrera y la especialidad, eso no me importó porque el tiempo había valido la pena y mi preciosa bebé estaba conmigo. 

La verdad es que no pensé encontrarme con Bruno, pero que ilusa soy, él había hecho su especialidad acá y parece que se llevaba muy bien con el jefe del hospital. Se veía tan guapo con su bata de doctor y esos lentes de montura que lo hacían ver más serio, aunque cuando abrió su bocota me recordó quién era realmente, ese chico italiano del que me había enamorado años atrás y... el padre de mi hija. 

Pero lo que más me causó gracia es la cara impresionada que puso, es como si hubiera visto a un fantasma y como si no supiera nada de mí, bueno tampoco tendría que saberlo, pues le pedí a Dylan que no le dijera nada cuando nació mi dulce de tiramisú. 

Terminé de leerle su cuento a mi pequeña que al parecer se durmió antes de que a Elmer se lo tragaran y sonreí al ver su hermosa carita. Era la viva copia de su papá, ese que ni siquiera sabía de su existencia. Suspiré y me fui a dormir a mi habitación. 

Mañana sería un nuevo día... 

Las semanas pasaron y entre mis pacientes y el ajetreo loco del hospital llegaba muerta a casa, pero mi pastelito de tiramisú me recargaba con sus energías. Debo decir que Mary era la mejor niñera que podría haber encontrado, se desvivía por mi hija y eso era impagable. 

Otra mañana más y llegaba como siempre corriendo al hospital, lo que no me esperé era encontrarme con él y una bella doctora en el vestíbulo, los dos ni parecieron notarme, en cambio yo los vi muy juntos cuchicheando, Bruno le hacía cosquillas y ella se dejaba como si nada ¿Será la nueva pareja de Bruno? En eso escuché a la simpática de Eliane que venía refunfuñando. 

-Claro como no se le hizo el milagro con Scott ahora va por el segundo al mando. No sé qué le ven a esa mustia. 

-¿Me hablas a mi? 

-Pues a quién más, he notado como miras a Cicarelli, pero estás perdida muchacha, esa que va ahí los tiene a todos idiotizados. 

-Creo que te equivocas, no tengo nada que ver en eso. 

-Ni tú te la crees - me dice, mientras se aleja de mí.

Seguí mi camino, tratando de ignorar las palabras de Eliane, ya sabía por las enfermeras que era una verdadera arpía y no me dejaría llevar por ese comentario. ¿Qué me importa si Bruno tiene novia o novio? Lo nuestro nunca existió. 

Me fui a mi consulta y comencé la mañana con las pacientes que tenía programadas, hasta que llegó Claudia, la enfermera en jefe, y abrió mi puerta sin golpear. 

-Te he estado buscando ¿Qué no ves tu localizador?- me dice con a penas un poco de aliento, pero muy molesta. 

-¡Diablos!- revisé mi bolsillo y no estaba, debió haberse quedado... ¡Nooooo Hanna! 

-Deja de darte tantas vueltas, está por llegar una paciente con un embarazo gemelar, tuvo un alza de presión y los signos vitales de los bebés vienen en caída. 

Mis alarmas se activaron y no sé ni como me levanté, ya tendría mi conversación con Hanna, no podía tomar mis cosas así de fácil. 

-Dame toda la información. 

-Mujer de 40 años, embarazo gemelar con casi veitisiete semanas de gestación, con presión sistólica de 125 y diastólica de menos de 80. Sufrió un desmayo y de acuerdo al monitor fetal, los latidos de los bebés vienen en baja. 

Estamos llegando a la sala de urgencias y veo a Bruno con un hombre que llora desesperado, esta es la primera vez que lo veo, pero su cara me parece conocida. Pasamos por su lado y el hombre le habló con desespero. 

-Bruno.... Por favor -él, realmente se veía mal y mi corazón se apretó al verlo llorar. 

-Te entiendo, pero debes dejarme hacer mi trabajo. 

-Sálvalos, te lo suplico. 

-Haré todo por la bella dama y tus retoños, déjamelos a mí y al equipo, confía en nosotros. 

Se soltó de aquel hombre y entró se acercó a mí, mientras lavaba mis manos. 

-Perdona Hanna, pero necesito que hagas tu mayor esfuerzo. Si algo les pasa yo...-¿Quién era esta mujer? Y ¿Por qué Bruno actuaba así? 

-Bruno, ese es mi trabajo. 

-Sé que eres la mejor, solo que esto también me abruma. 

-Si estás así, mejor te quedas afuera-dije en tono molesto, soy médico, pero no dios y el me estaba tratando de mandar serlo. 

-M****a, lo sé. Pero esa mujer que está ahí es como mi madre, así que vamos, no la dejaré sola. Se lo prometí a Adam. -sus palabras me descolocaron, ¿cuánto no sabía de este Bruno y de lo que había pasado en todo este tiempo?

Cuando entramos al quirófano, vi a la mujer, se veía como si estuviera dormida, sus signos vitales estaban fluctuando demasiado, había que sacar a los bebés, sino podría pasar lo peor. 

-¿Tienes el consentimiento?-pregunto a Claudia y ella afirma. Llegaron dos equipos de neonatólogos para completar el personal y comenzamos la cesárea. 

El primero en nacer fue el varoncito, sus cabellos color chocolate y un llanto poderoso hicieron que el corazón me diera un vuelco, era un hermoso bebé y estaba sano, aunque debería estar en incubadora por unas buenas semanas. 

Bruno, lo tomó en sus brazos y besó su coronilla, lo arrulló y luego se lo pasó a la enfermera de neonatología para realizar su Apgar, mientras yo, luchaba por sacar al segundo bebé, ella venía con doble circular, por lo que al tomarla no lloró, comencé a pegarle en su espaldita y refregarla para que reaccionara, pero no pasaba nada, Bruno me la quitó de entre los brazos y continuó con las maniobras. 

-Vamos bebé, no me hagas quedar mal, tu mami va a despertar y me cortará en pedacitos si no reaccionas. Dale mi chiquita, no me puedes hacer esto. - verlo intentando todo para reanimar a la bebita me produjo una sensación de tristeza en el corazón ¿cómo habría sido si él hubiera estado en el parto de mi pequeña? ¿Habría sido distinto si él supiera de su existencia?

Todo esos pensamientos pasaron a segundo plano, pues como si fuera un detonante lo que le estaba diciendo a la bebé, ella comenzó a llorar fuerte y sin descanso, en el quirófano todos soltaron un suspiro de alegría y yo seguí con mi trabajo con su mamá. 

Después de casi seis horas de trabajo salimos con Bruno para informarles a la familia del estado de la madre, lo que no me esperaba era encontrar a toda la plana mayor del hospital y la doctora que siempre está con Bruno abrazada al doctor Scott, ¿será que es cierto lo que dicen de ella? 

-Ejem... 

-¡Bruno!-Dicen al unísono, el hombre, la doctora y el doctor Scott y los demás al vernos se acercan expectantes. 

-Familia, la reina madre está reaccionando bien al tratamiento y esperamos que pronto despertará. 

-¡Gracias, gracias Bruno, gracias por todo!-el hombre se acerca y lo abraza. 

-Lo prometido es deuda, señor Scott.- ahora, noto el parecido. 

-¡Amigo! - la hermosa doctora se suelta del abrazo que mantenía con el doctor Scott y se une al hombre y Bruno- no sé como te pagaré esto, pero te lo agradeceré por el resto de mi vida. 

-Amiga, he aprendido de la mejor y también no le quiten el crédito a la doctora Sinclair. 

-Gracias Hanna-me dice y yo solo asiento, ni siquiera sabía su nombre, en cambio ella sí el mío. Le doy una sonrisa cálida y me despido, ya no es necesario quedarme aquí. 

A lo lejos veo que también está Dylan, pero ¿Qué hace aquí? Enfilo mis pasos tras de él y trato de alcanzarlo, pero no me queda de otra más que gritar. 

-¡Dylan! 

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