Cuando terminamos de comer, vi a Cillian alejarse en silencio. Aún se me hacía muy extraño el comportamiento que adoptó desde que llegamos. Él había sido amable, incluso protector… y ahorita apenas me dirigía la mirada. Pensé que quizás había hecho o dicho algo mal en la ciudad. No quería rendirme sin intentar aclararlo.

Después de vagar un buen rato por la mansión, finalmente lo encontré. Estaba solo en una de las salas de estar, con la televisión encendida, aunque claramente no la estaba viendo. Sus hombros estaban tensos, el ceño fruncido. Algo pasaba con él.

Me acerqué sin anunciarme y, con suavidad, puse mis manos sobre sus hombros para darle un masaje. Al principio se tensó aún más, como si fuera a levantarse de golpe. Pero después de unos segundos, sus músculos comenzaron a ceder poco a poco. Incluso juraría que dejó escapar un leve gemido, muy sutil… pero ahí estaba.

"¿Gemiste?" dije en tono juguetón, conteniendo la risa.

Él se congeló por