BRANDON
Seguíamos abrazados, cubiertos apenas por las sábanas arrugadas, con su espalda pegada a mi pecho y mi brazo rodeando su cintura como si aún necesitara asegurarme de que seguía ahí, conmigo.
El silencio entre nosotros ya no era incómodo. Era denso, como esa calma que solo llega cuando se acaba una tormenta, o cuando está a punto de empezar otra.
— Brandi, hay algo más que tienes que saber —. Me dijo interrumpiendo esa calma que habíamos creado.
— Espero que no sea que te quieres regresar a tu departamento, Emilia. . .
Me dio un beso el pecho, antes de girar el rostro, lo justo para que su mirada se cruzara con la mía. Había algo en sus ojos que no era remordimiento, ni temor. Era decisión.
— Hoy —, empezó, con voz medida—. Adam me interceptó en el pasillo rumbo al elevador.
No dije nada. Solo aflojé el brazo, dándole el espacio que necesitaba para hablar. Sabía que no sería una conversación cualquiera.
— Yo iba sola. Leo ya se había quedado en la oficina de producción, el edifi