¡INICIAMOS EL MARATÓN! Mis lindos lectores, los leo en comentarios y vamos con el capítulo de este maratón, en un momento habrá más capítulos disponebles ;) Recuerden que SEDUCIDA POR MI JEFE, es la otra aventura en curso que muy pronto tendrá su maratón ;)
EMILIAFue un error dejar que me besara. Un error delicioso, ardiente, devastador. Así eran sus besos y yo ansiaba por sentirlos, por devorarlos, porque en cuanto sus labios tocaron los míos, mi cuerpo olvidó todas las razones por las que no debía ceder.Me estampó contra la pared con esa seguridad dominante que tanto odiaba y tanto deseaba. Sus manos, firmes en mi cintura, parecían tener memoria propia, como si recordaran cada centímetro de mi piel, cada temblor que me provocaba su toque. Su boca se movía con hambre. No era un beso tierno. Era una maldita declaración de poder.Y lo peor es que me sentí a salvo, ridículamente protegida por él.Como si, en medio del caos que me rodeaba, él fuera el único lugar donde podía bajar la guardia sin miedo a romperme.Su lengua acarició la mía, y el aire se volvió innecesario. Mis manos, las traidoras, se aferraron a su camisa. Tiré de ella, necesitaba sentirlo más cerca, como si pudiera fundirme en él y desaparecer.— Jo**der, Emilia —. Susur
EMILIATodavía sentía sus labios, el sabor, la forma en que su boca devoró la mía como si no existiera el mañana.Me dejaste ardiendo, Brandon.No solo el cuerpo sino también el alma y esas ganas por estar de nuevo con él. Me recargué contra la puerta, apenas cerró y puse una mano sobre mi pecho. Mi corazón no paraba de latir con fuerza. No bajaba la intensidad de la pasión que sentía por él. Estaba acelerado como si hubiera corrido maratones, como si todo mi sistema nervioso estuviera vibrando en una frecuencia que no sabía manejar.¿Y si vuelvo con él? ¿Y si no debo hacerlo? ¿Y si me rompo por segunda vez? Negué con la cabeza y caminé hacia la cocina. Necesitaba agua, aire, lógica. Y no tenía ninguna de las tres. Tenía que tomarlo con calma, analizarlo, pensarlo con cabeza fría y no después de que me hubiera besado de esta manera. El beso, su mirada, la forma en que me sostuvo como si aún le perteneciera, y lo peor de todo: cómo me sentí segura entre sus brazos. No amada, no cuidad
EMILIALa pregunta de Leonardo me tomó por sorpresa porque era verdad. Bishop Moon había nacido de mi necesidad por salir adelante sola, hacer lo que más me gusta con pasión, y de alguna manera vengarme de Brandon por el dolor al que me había expuesto.— No lo sé, Leo. No lo he pensado y antes de responder a esa pregunta, creo que hay mucho más de qué hablar —. Evadí la pregunta por el momento, pero sabía que las cosas no se iban a quedar ahí. — Bueno, si lo quieres hacer de esta manera, lo haremos, pero lo que tenemos que hablar va ligado a cierto hombre del que no quieres hablar. — Vamos a lo primero. Prometo que vamos a tener esa conversación —. Le sonreí a mi amigo. Con Leo cerca, el aire se sentía menos denso.La tensión bajó, y el miedo, aunque seguía acechando en algún rincón, parecía menos amenazante bajo la luz de la lámpara de escritorio y la familiaridad de su presencia.Estábamos sentados frente a la mesa, laptops abiertos, hojas impresas por todos lados. El contrato de
BRANDONLa oficina olía a cuero, madera y café. Y aun así, me sentía asfixiado.Había revisado tres contratos, una reunión de inversionistas y una alerta del equipo de seguridad, pero no podía concentrarme. Mi cabeza estaba en mil maneras de cómo proteger a mi esposa.Emilia.Desde que recibí el informe de Torres esta mañana, no dejaba de imaginar todos los escenarios posibles. Y aunque el equipo ya estaba operando, el veneno de la incertidumbre se me metía por la piel como una toxina lenta. Sí, estaba nervioso porque la quería tener a salvo. Sin embargo, estaba fuera de mi alcance, en su departamento, porque sabía que insistirle en que regrese a casa podría resultar contraproducente para todo el avance que llevaba con ella. Me paseé de un lado a otro de mi oficina intentando averiguar de qué manera podría convencerla de que esté a mi lado. Tenía uno de los guiones de Bishop Moon en la mano, cuando algo se ocurrió. Suspiré, sacando el celular del bolsillo del saco. Dudé unos segund
EMILIA (CINCO AÑOS DESPUÉS) Perdí cinco años de mi vida creyendo que el amor puede nacer del odio. Hoy vine a su habitación a devolverle su libertad, y yo reclamar la mía. Me paré frente a la puerta de su habitación con el folder abierto. Observé una última vez el papel que relucía en letras rojas: Acuerdo de divorcio. Tomé aire y pasé. — ¿Qué haces aquí? —Escuché su voz cruel retumbando en mis oídos. Avancé con paso firme, sin pestañear. Ya había tomado la decisión y no había marcha atrás. — Te traje un regalo —. Caminé con el corazón estrujado en la mano. Vi su cara de desprecio y eso fue suficiente para tomar valor y enfurecer. Le aventé la carpeta con los documentos a la cara, y el sonido del golpe seco, hizo eco en la habitación al caer los papeles de su regazo. — ¿Qué es esto? —Me miró confundido porque no estaba entendiendo nada. — Tu libertad —. Y la mía. Pensé en el fondo—. Como ves, tuve los malditos ovarios para firmar el acuerdo de divorcio. Fírmalo de una b
EMILIADesperté y lo primero que vi en el suelo fue el vestido blanco de novia que lucía como un cadáver de algún animal sobre el camino, que nadie quería levantar. Así era nuestro matrimonio. Con el estómago hecho nudos, como si algo me hubiera raspado por dentro toda la noche, y mis párpados pesados, pero no de sueño, sino de dignidad marchita, me levanté de la cama. La habitación olía a perfume rancio, alcohol y desilusión. Eso era lo que Brandon había traído hace unas horas, cuando llegó en plena madrugada a decirme que nuestro matrimonio solo era un maldito papel, sin sentimientos ni nada más de por medio. Y en el fondo, una certeza me ahogaba el pecho, pues no era una esposa. Era un adorno que envolvieron en un vestido blanco y que él ni siquiera quiso desempacar.Caminé descalza por el mármol helado, sintiendo cómo cada paso despertaba una punzada de rabia que me subía desde los pies hasta la garganta. Me quité el velo, recogí el vestido sin cuidado, y lo lancé al cesto de la
BRANDONOdiaba los lunes, pero odiaba más despertarme con el recuerdo de que tenía una esposa. Una que no había pedido y que ahora respiraba bajo mi mismo techo, caminaba por mis pasillos, ocupaba mis espacios.Una esposa con un maldito apellido que odiaba más que cualquier otra cosa. Ricci. Ahora portaba mi nombre y eso lo odiaba aún más. Aunque debo admitir que cuando vi en el certificado de matrimonio su nuevo nombre, sentí cierto alivio. Emilia Ricci de Moretti era la mujer que estaba evitando ver a toda costa. Durante los últimos meses llegaba a tarde a casa con la finalidad de no verla después de trabajar, incluso me levantaba más temprano de lo usual para no encontrarla por las mañanas. Nunca desayunaba en casa, nunca comía, tampoco hacía el esfuerzo de llegar a cenar, y, sin embargo, su maldita presencia estaba en toda la casa. De ser una casa minimalista a más no poder, Emilia ponía flores frescas en los jarrones cada cuatro días, cambió los cuadros grises por unos llenos de
EMILIA — ¿¡Así que esto hacías mientras fingías ser mi esposa!? —Brandon gritó, aventando su tableta electrónica a mi cama. En la pantalla se desplegaba una noticia con mi foto en primera plana: vestida con un Prada rojo escarlata, cenando sonriente en La Couronne Écarlate al lado de Leo. La imagen irradiaba libertad. Y eso, para él, era peor que una traición.Era un reverendo capullo.— Te equivocas, Brandon. Solo aprendí a vivir sin la tuya —. Me crucé de brazos. Dejé a un lado el manuscrito en el que estaba trabajando, junto a los tomos de libros que hablaban sobre técnicas de cine que solía leer. — ¿¡Vivir sin mí!? —. Soltó con una risa amarga— ¿De eso se trata? ¿De hacer apariciones públicas con cualquier imbécil con corbata solo para demostrarme que puedes estar sin mí?Cabro**nazo. ¿Con qué cara me estaba reclamando si él había sido fotografiado con Olivia hace apenas un par de meses, babeando por ella como un maldito adolescente en celo? Aunque al día siguiente mandó a llenar