EMILIA
Todavía sentía sus labios, el sabor, la forma en que su boca devoró la mía como si no existiera el mañana.
Me dejaste ardiendo, Brandon.
No solo el cuerpo sino también el alma y esas ganas por estar de nuevo con él. Me recargué contra la puerta, apenas cerró y puse una mano sobre mi pecho. Mi corazón no paraba de latir con fuerza. No bajaba la intensidad de la pasión que sentía por él. Estaba acelerado como si hubiera corrido maratones, como si todo mi sistema nervioso estuviera vibrando en una frecuencia que no sabía manejar.
¿Y si vuelvo con él? ¿Y si no debo hacerlo? ¿Y si me rompo por segunda vez? Negué con la cabeza y caminé hacia la cocina. Necesitaba agua, aire, lógica. Y no tenía ninguna de las tres. Tenía que tomarlo con calma, analizarlo, pensarlo con cabeza fría y no después de que me hubiera besado de esta manera.
El beso, su mirada, la forma en que me sostuvo como si aún le perteneciera, y lo peor de todo: cómo me sentí segura entre sus brazos. No amada, no cuidada