BRANDON
La oficina olía a cuero, madera y café. Y aun así, me sentía asfixiado.
Había revisado tres contratos, una reunión de inversionistas y una alerta del equipo de seguridad, pero no podía concentrarme. Mi cabeza estaba en mil maneras de cómo proteger a mi esposa.
Emilia.
Desde que recibí el informe de Torres esta mañana, no dejaba de imaginar todos los escenarios posibles. Y aunque el equipo ya estaba operando, el veneno de la incertidumbre se me metía por la piel como una toxina lenta. Sí, estaba nervioso porque la quería tener a salvo.
Sin embargo, estaba fuera de mi alcance, en su departamento, porque sabía que insistirle en que regrese a casa podría resultar contraproducente para todo el avance que llevaba con ella.
Me paseé de un lado a otro de mi oficina intentando averiguar de qué manera podría convencerla de que esté a mi lado.
Tenía uno de los guiones de Bishop Moon en la mano, cuando algo se ocurrió. Suspiré, sacando el celular del bolsillo del saco. Dudé unos segundo