BRANDON
Me quedé ahí, en medio de la lluvia, viendo cómo se alejaba Emilia de mí. Me quedé inmóvil con sus palabras.
Quería moverme, hice el intento de moverme, pero el sentimiento de venganza me dejó anclado al suelo. Le haría daño, sin duda le haría daño si daba un paso hacia ella.
Su silueta empapada, envuelta en esa tormenta que parecía hecha a la medida de nuestra historia. Emilia caminaba sin mirar atrás, sin temblar, sin dudar. Con la cabeza en alto y el corazón hecho trizas, lo sabía… porque el mío estaba igual.
Ella era libre.
Y yo, estaba encadenado a un infierno que yo mismo me había fabricado.
No me moví por varios segundos. Solo la vi desaparecer entre la gente, entre los coches, entre la vida que seguía avanzando sin importar que mi mundo acababa de romperse un poco más.
Quería verla aunque fuera una última vez. Reaccioné cuando ella tomó un taxi, por lo que yo me apresuré a tomar otro. Por un instante me permitiría olvidarme de todo, menos de ella.
Le pedí al chofer