EMILIA
Me di la media vuelta con la dignidad en alto. No planeaba quedarme más ahí.
— Y decías amarme. Maldita mentirosa —. Me dijo con tono provocador.
— Y yo te creí lo bastante, hombre, como para pensar que estarías a la altura —. Le solté sin voltearlo a ver.
Sí, será capullo. Apreté los puños con fuerza y seguí caminando tratando de no hacer caso a las tremendas ganas que tenía por responderle.
La noche ya había dicho todo lo que tenía que decir. Y yo ya había brillado suficiente. Decidí guardar la compostura y no perder la elegancia. Pasé de largo en medio de los invitados, que bebían sus copas de vino y champán. A lo lejos vi a Leo, del que me despedí con una sonrisa. Era seguro que me había visto entrar, y como mi representante sabía que debía estar en alguna negociación importante.
Caminé por uno de los pasillos secundarios, buscando la salida más cercana, con la cabeza en alto y los pasos firmes. No quería enfrentarme con la prensa. El vestido rojo acariciaba mis piernas c