El alfa se estremeció al oír esas palabras.
Nate vio en los ojos verdes de James, su primogénito el odio que él sentía.
Él lo miraba y se preguntaba cómo Kat lo había amado, ya que según él, Nate no era digno de aquel amor.
Y el alfa estaba de acuerdo con él en el fondo, pero decir eso de aquella manera abrió una herida profunda en su pecho, una herida que nunca sanaba.
Ahora gracias a él, estaba nuevamente abierta y chorreando sangre.
Se quedó casi sin aire, sintiéndose aplastado y golpeado.
Sus palabras dolieron como si hubiera muerto de nuevo.
Nate se acordó de cómo la había perdido, y cómo había pasado la vida sin demostrar lo suficiente su amor, por la culpa que sentía.
Se lo tragó en seco, y durante unos segundos no pudo mirar a James.
El lobo bajó la mirada a sus pies, como un cobarde.
Atrapado en una red de culpa y arrepentimiento, siendo succionado por las tinieblas que lo cubrían día y noche.
Siendo tragado por aquellos sentimientos, mientras su mente viajaba por