Alice sentía sus párpados pesados, y lentamente comenzó a abrir los ojos.
A lo lejos ella oía todavía una voz, gritando un nombre como si fuera una súplica.
Miró a su alrededor y vio que ahora estaba en el fondo de la cueva, sin ninguna luz cercana y no podía ver dónde estaba.
Cuando ella intentó levantarse, sintió su cabeza dolorida, su visión aún estaba borrosa y se sentía confusa.
Nuevamente oyó aquella voz, tan familiar para ella.
Su estómago se envolvió, y cuando trató de levantar su vista se hizo más nítida.
A pocos metros de donde ella estaba, ella vio la silueta de un macho, escondido en la penumbra, completamente parado.
Su olor invadió su nariz, y nuevamente ella oyó los gritos a lo lejos, provenientes de fuera de la cueva.
En ese instante la realidad de dónde estaba y lo que estaba sucediendo la golpeó con fuerza total.
Ella se levantó con sus piernas temblorosas, y su corazón latiendo como un loco.
Todo el mundo a su alrededor parecía entrar en una especie de pe