Dimitri respiró hondo, sintiendo el aire frío de la noche invadir sus pulmones; estremeció, no solo por la temperatura, sino también por el miedo que crecía dentro de él. No tenía miedo de morir; temía tener que matar a otro hermano.
Incluso uno que no le agradaba.
Sacó la espada corta de su cintura, muy consciente de todo a su alrededor.
Dimitri escuchaba el sonido de los insectos en el bosque, el crepitar de la fogata y el sonido de su propio corazón acelerado en su pecho. El joven apretó el puño de su espada, sintiendo sus músculos tensarse y el calor subirle a la cabeza. Sabía que no podía cometer errores; la intención de su hermano no era matarlo, sino incapacitarlo y arrastrarlo hasta su madre.
El hombre avanzó con un movimiento ágil, intentando golpear a Dimitri en el rostro con un golpe preciso. El joven se desvió a la derecha con un salto, pero la hoja rozó su mejilla, dejando una fina línea de sangre. Todo su cuerpo sintió el impacto y lo cerca que había estado de la hoja.
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