57. Solo se puede borrar con la muerte
NARRADOR
En el palacio real, todo era un total desastre causado por el mismo príncipe Eder. Él se encontraba en la oficina de su padre, escuchando de forma aburrida el sermón de su madre.
Está harto de ella, de su padre, de la prometida que se le había asignado y que no paraba de llorar cada vez que él la tomaba.
Todos sus pensamientos iban dirigidos a la mujer que no podía olvidar, aquella que, de forma ingenua, rechazó sin darse cuenta del poder que tenía.
Llevó el vaso de licor fuerte a sus labios, pero se detuvo abruptamente, sintiendo un dolor desgarrar su pecho.
Cayó al suelo, rompiendo sus manos con el cristal, algo parecía quemarle el pecho de una forma abrumadora.
Su lobo aullaba en su mente de agonía, repitiendo muchas veces "pareja". Eder sabía lo que pasaba: alguien más la había reclamado, y si no fuera por los detenimientos de sus padres, eso no hubiese pasado.
—Eder, ¿estás bien, cariño? Ahhh…
—Todo es tu culpa— apretó el cuello de su madre, alzándola, gruñendo p