Agatha se detuvo un momento, su respiración todavía agitada por la adrenalina de la fuga. La calle era un torbellino de gente, ruidos y luces, un contraste abrumador con el pánico que acababan de dejar atrás. Samer y Marta la miraban con una mezcla de preocupación y alivio, pero la sensación de inseguridad aún pesaba sobre sus hombros.
—¿Dónde vamos ahora? —preguntó Marta, su voz temblando ligeramente.
Samer frunció el ceño, mirando a su alrededor como un depredador en busca de la próxima presa.
—Necesitamos encontrar un lugar seguro donde podamos escondernos y planear nuestro próximo movimiento —respondió, su tono decidido.
Agatha asintió, sintiendo que la urgencia de la situación la empujaba hacia adelante. No podían permanecer allí por mucho tiempo; Al-Fayed seguramente no tardaría en darse cuenta de su ausencia y enviar a sus hombres tras ellos.
—Hay un hotel a unas pocas calles de aquí —dijo Agatha, recordando un lugar al que había ido anteriormente. —Podríamos refugiarnos allí p