Valeria y Mauricio se encontraban junto al auto, conversando y besándose. Adrián, por más que intentaba hacerse invisible, no pudo evitar presenciar todo.
Al subirse al coche y cerrar la puerta, Mauricio, a través del espejo retrovisor, vio los rastros de lápiz labial en sus labios. Adrián no pudo contener la risa.
Aclaró la garganta tratando de ocultar su sonrisa y comentó: —La señora ha estado muy... animada últimamente.
Había sido Adrián quien manejó todo al principio, vio cómo Valeria superaba la bancarrota de la Familia Ramírez y la trágica muerte de su abuela. Al mudarse a la Villa de Esmeralda, Valeria había sido reservada.
Pero después de su llegada a la Mansión Serenidad, parecía más animada y feliz, su relación con su esposo también parecía más estrecha.
Adrián no sabía cómo describir lo que veía.
Antes, vivían bajo el mismo techo, con una relación más parecida a jefe-empleado, pero ahora, Valeria trataba a Mauricio con mucho cariño, como si estuviera siempre a su lado.
—A es