En ese momento, sintió un viento pasar por detrás justo cuando una motocicleta pasaba a toda velocidad.
Si Mauricio no la hubiera jalado, habría sido atropellada.
El motociclista, que había pasado a gran velocidad por la calle, ni siquiera se disculpó, mirando hacia atrás con una sonrisa burlona.
Mauricio, con el rostro tenso, tomó un coco que un turista estaba bebiendo y lo lanzó con fuerza hacia la espalda del motociclista.
Este, golpeado por el coco, perdió el control y cayó al suelo.
Mauricio se acercó al hombre caído con Valeria, mirándolo con frialdad.
—¿Estás ciego? ¿No viste que casi atropellas a alguien? —espetó—. ¡Pídele disculpas!
—¡Pídele disculpas!
El motociclista, temblando de dolor y miedo ante la mirada de Mauricio, balbuceó una disculpa a Valeria.
—Per… perdón, señorita.
Luego, se levantó rápidamente, empujó su moto y huyó del lugar.
Valeria observó a Mauricio de reojo, con una sonrisa escondida.
Inicialmente había pensado que Mauricio iba a hacer algún gesto dominante