Era una emoción prácticamente extinta… hacía años.
Antes de que la oscuridad de esos recuerdos me inundara, empecé a trabajar en mi interior.
La decoradora de interiores que gestionaba mis otros negocios tenía previsto venir mañana y la inauguración oficial sería la primera semana de febrero. La jornada de puertas abiertas el Día de San Valentín marcaría mi entrada oficial en el mundo de las citas.
Abriéndome paso entre los trabajadores que se afanaban en prepararlo todo, encontré mi oficina y me instalé. Mi espacio de trabajo aún estaba bastante vacío, solo lo esencial por ahora. El resto del mobiliario lo traería Annette Shale, una de las mejores diseñadoras de Nueva York. No me importaba trabajar así. El exceso no era para mí, sino para los clientes. Al parecer, el hecho de que prefiriera a Van Gogh antes que a algún artista desconocido significaba que estaba mejor preparada para encontrarles a su pareja ideal. No es que yo fuera a ser quien emparejara a la gente. Tampoco se iba a