Vladimir caminaba de un lado a otro en la ostentosa oficina de su hermano, su agitación llenando el espacio con una energía nerviosa. Sus palabras se atropellaban al describir las escenas horribles que había presenciado: la humillación de sus Alfas, el mensaje escalofriante en la pared, la ausencia total de los Omegas.
Su hermano, Viktor, permanecía sentado en un sillón de cuero, bebiendo una copa de vino tinto con una expresión de displicencia. Una joven Omega, con evidentes signos de maltrato en todo su cuerpo, estaba arrodillada frente a él, realizando una felación. Viktor disfrutaba del acto con una sonrisa lasciva, ignorando por completo la angustia palpable de su hermano.
—Cálmate, Vlad —ordenó Selena, su voz melosa pero con un filo de acero. Estaba sentada en un diván cercano, acariciando la cabeza de uno de los Omegas varones que yacía a sus pies. El joven tenía un collar de ahorque ajustado alrededor de su cuello. —Cuántas veces hemos sido atacados, siempre hemos sido los v