capitulo 11

El silencio cálido que envolvía a Ari y Rafael se quebró cuando la puerta se abrió con urgencia.

—¿Ari? ¿Estás bien? —preguntó Momo, entrando junto a Sofía, con el ceño fruncido.

Las dos se detuvieron en seco al ver la escena: Rafael recostado con Ari en brazos, cubriéndola con su cuerpo sin invadirla, como un escudo vivo. Los ojos de Ari estaban cerrados, pero no dormía; simplemente, descansaba… por fin.

Sofía, como Alfa, percibió enseguida el lazo latente. Momo, como Beta, lo sintió en la tensión que se había disipado en la habitación, sustituida por una calma profunda, casi sagrada.

—¿Qué pasó? —susurró Sofía, bajando el tono.

Rafael alzó la vista. Su expresión era grave, fría, como cuando lideraba operaciones arriesgadas… pero esta vez, había fuego en sus ojos. El lobo rugía en su interior, y ya no pensaba quedarse de brazos cruzados.

—Vayan a buscar a mi tío Zacarías —ordenó sin rodeos—. Ahora. Él y el doctor Vargas deben estar en la sala médica.

Momo asintió al instante.

—¿Y qué
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